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viernes, 26 de abril de 2019

NICOLÁS MONARDES

¿Quién era Nicolás Monardes?

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Nicolás Monardes nació en Sevilla, en una fecha que no está determinada, en torno a 1493. Era hijo de Nicolás Monardes y de Ana de Alfaro. Su familia puede que fuera genovesa y su verdadero nombre sería Niculoso Baptista Monardis.
Estudió Medicina en la Universidad de Alcalá de Henares (1533), doctorándose por la Universidad de Sevilla en 1547. En el intervalo entre ambos estudios ya ejerció la Medicina.
No sólo ejerció la medicina en Sevilla sino que mantuvo actividades comerciales relacionadas con medicinas y el tráfico de esclavos. En aquella época ya había una especie de Mir pues la legislación establecía ejercer durante dos años bajo la tutela y supervisión de un médico cualificado y prestigioso antes de obtener el grado de Licenciado.
Desde 1534, sabemos que estuvo ejerciendo con el médico Pérez de Morales, quien tenía una afamada y numerosa clientela que herederá pues además se casa con su hija, Catalina de Morales, con la que tendrá siete hijos.
Se interesó por las nuevas plantas procedentes de las Indias y gracias a la posición privilegiada de Sevilla, que era Puerto de Indias y única entrada de todo lo procedente de estas tierras, desarrolló sus investigaciones las cuales marcan un hito en la ciencia, aunque por desgracia el personaje no sea muy conocido en su propia ciudad. Tuvo un jardín botánico en la Calle Sierpes como recuerda una placa en el número 9.
Sus estudios e investigaciones quedaron plasmados en las obras que escribió. La primera es “Diálogo llamado pharmacodilosis” (1536), donde sigue la corriente humanista, por influencia de Antonio Nebrija, de recomendar el estudio directo de los clásicos. Otra obra de estilo humanista es “De Secanda Vena in pleuriti Inter Grecos et Arabes Concordia” (1539), que se ocupa de la sangría del mal de costado, un tema donde se enfrentaban humanistas y los de tendencia arabizante.
Su libro más importante es “Historia Medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales” (son tres partes publicadas en 1565, 1571 y 1574). Son obras escritas en castellano pues fueron traducidas al latín.
Pero antes de dedicarse el estudio de plantas exóticas, labor fundamental que lo sitúa como iniciador de la farmacología moderna, su labor médica no era desdeñable desde el punto de vista científico. Criticó los arcaicos métodos del tratamiento médico y se le considera uno de los médicos renacentistas más importantes.
Su labor y obra fueron conocidos ampliamente pues a su muerte se imprimen y se traducen sus libros en 42 ediciones y 6 idiomas. Con su nombre se bautizaron dos plantas originarias de América del Norte: la monarda y la monardella.
Fue un médico muy prestigioso que no estuvo nunca en tierras americanas, pues no se conocen viajes suyos ni aparece en ningún listado de pasajeros (hay quién afirma que sí estuvo allí y que ejerció la medicina en Nueva España hasta instalarse para siempre en su ciudad). Las plantas americanas le llegaban por barco y sus negocios también los desarrollaba por este mismo medio.
Esos negocios le permitieron vivir holgadamente e invertir en otros que le reportaron importantes beneficios. Aquí entra un aspecto negativo que constituiría la leyenda negra de su biografía. En una obra critica el uso de plantas exóticas en la medicina cuestionando que con el traslado y manipulación de las mismas no se mantenían las propiedades originales. Si sólo fuera un cambio de actitud mental que se debiera a los descubrimientos científicos que logra, no se hablaría de esa leyenda negra, pero fue la venta de plantas americanas lo que le enriqueció, por lo que se puede apuntar a esos beneficios económicos el cambio de actitud. Sin embargo, la labor de Monardes se sigue considerando hoy fundamental.
Entre 1580 y 1582 el Cabildo hispalense lo requiere para el control de la epidemia de peste que asola la ciudad y escribe unas Epístolas sobre medidas y medicamentos a emplear.
Murió el 10 de Octubre de 1588 en Sevilla. Está enterrado en el Convento de San Leandro, en cuya iglesia hay una lápida que lo recuerda y en cuyo altar está la inscripción original.

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