EL TIGRE, EL BRAHMÁN Y EL CHACAL
Hubo una vez un tigre que cayó en
una trampa. En vano trató de salir por entre los barrotes; tuvo que darse por
vencido y lo proclamó con fuertes rugidos.
Por casualidad un brahmán pasaba
por allí y al verle el tigre le dijo:
-Por favor, venerable santo,
ayúdame a salir.
-De ninguna manera, amigo mío
-replicó el brahmán-. Si lo hiciese me devorarías.
-No lo haré -aseguró el tigre-. Al
contrario, te quedará eternamente agradecido y seré tu esclavo.
Tantas fueron las lágrimas que
vertió el tigre, que el santo hombre se compadeció de su infortunio y consintió
en abrir la trampa.
Libre, el tigre saltó sobre el
brahmán, y le dijo:
-¡Qué estúpido has sido! ¿Quién
puede impedirme devorarte en un momento? He estado encerrado mucho tiempo y me
muero de hambre.
En vano intentó el bracmán
convencerle de lo injusto de su sentencia; la única cosa que logró fue que el
juez se atuviera al juicio de las tres primeras cosas a quienes el brahmán
interrogara. Si éstas decidían que la condena era injusta, el tigre no lo
devoraría.
El brahmán interrogó primero a una
acacia, pero el árbol le contestó fríamente:
-¿De qué te quejas? ¿No doy yo
sombra a los cansados pastores y sin embargo ellos arrancan mis ramas para
alimentar el ganado? No llores; sé hombre.
El brahmán siguió su camino hasta
encontrar un cebú que hacía girar una noria. Sin embargo, la respuesta que
obtuvo no fue mejor que la anterior.
-¡Eres un imbécil si confías en la
gratitud! ¡Fíjate en mí! Mientras he dado leche me han alimentado a cuerpo de
rey, pero ahora que ya no sirvo para ello, me atan a esta noria que terminará
conmigo.
El brahmán reanudó la marcha por la
carretera, a la cual preguntó su opinión acerca del caso.
-Lo encuentro muy natural, santo
padre -replicó la carretera-. Lo que no encuentro natural es que vos,
esperaseis otro pago. ¡Fijaos en mí! Soy útil a todos, ricos y pobres, grandes
y pequeños, y ¿qué obtengo de ello? Que me abran profundos surcos en mi carne y
me tiren los residuos de sus comidas.
El brahmán, abatido, apartóse del
camino. En esto tropezó con un chacal que le preguntó:
-¿Qué os ocurre, santo brahmán?
Parecéis como un pez fuera del agua.
El brahmán explicó al chacal lo que
le ocurría.
-¡Qué historia tan enredada!
-exclamó el chacal-. ¿Queréis repetírmela de nuevo, a fin de que me haga cargo
de todo lo que ha pasado?
El brahmán repitió su historia,
pero el chacal movió la cabeza indicando que no entendía aún.
-Es muy extraño -murmuró-, pero me
da la impresión de que me entra por un oído y me sale por otro. Será mejor que
vayamos al sitio donde ha ocurrido eso y así, tal vez, pueda entenderlo mejor.
Regresaron, pues, junto a la trampa
en donde el tigre esperaba el regreso del brahmán.
-Has tardado mucho -le reconvino-.
Pero en fin, te perdono. Dispónte a servirme de cena.
-Dadme unos minutos -pidió el
bracmán-. Quisiera explicar al chacal cómo ha ocurrido la cosa. Es un poco duro
de cabeza y no me ha entendido bien.
El tigre consintió en ello y el
bracmán empezó de nuevo la historia, sin omitir detalle alguno.
-¡Qué cabeza la mía! -dijo el
chacal, apretándose las sienes-. Repetid otra vez ese cuento. Vos estabais en
la trampa, y en esto aparece el tigre...
-¡Idiota! -exclamó el tigre-. Yo
era quien estaba dentro de la trampa.
-¡Sí, sí, claro, ya comprendo! Yo
estaba dentro de la trampa y... -el chacal se apretó de nuevo las sienes-. ¡No,
no era yo! ¡No sé cómo tengo el cerebro! El tigre había caído dentro del
bracmán y llegó la jaula... ¡No, tampoco es esto!
-¡Claro que no! -rugió el tigre,
enfadado por la estupidez del chacal-. Te lo voy a explicar gráficamente, con
detalles. Yo soy el tigre, ¿me entiendes?
-Sí, señor tigre.
-Este es el brahmán.
-Sí, señor tigre,
-Yo estaba dentro de la trampa. Yo,
¿entiendes?
-Sí... No... no le entiendo mucho,
¿podría...?
-¿Qué? -aulló impaciente el tigre.
-¿Podría explicarme cómo cayó en la
trampa?
-¿Cómo? Pues como se cae en una
trampa.
-No, no, así no nos entenderemos.
La cabeza vuelve a darme vueltas. ¿Cuál es la manera de caer dentro de una
trampa?
Al oír esto el tigre agotó la
paciencia y saltando dentro de la trampa gritó:
-¡Esta! ¿Has entendido ahora cómo
es?
-Perfectamente -sonrió el chacal, y
cerrando diestramente la puerta, añadió:
-Con vuestro permiso, señor tigre,
os diré que ahora las cosas quedan como antes y podréis reflexionar acerca de
la conveniencia de cumplir la palabra que se da.
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