¿TE GUSTAN LOS PERROS?
A MI ME ENCANTAN.
Y EL QUE MÁS ME GUSTA ES MI UGLY.
OJALÁ MI UGLY TUVIERA PODERES...
EL PERRO QUE TENÍA PODERES.
Había una vez un perro callejero al que nadie quería. El
pobre perro vagaba de acá para allá, buscando comida y un refugio para
dormir o protegerse del frío y la lluvia.
Se llamaba Cho. Eso ponía en su collar. Y no era un perro abandonado, sino un pobre animal que había huido porque sus dueño lo trataban muy mal.
Un día, mientras dormía bajo unos cartones, el perro callejero vio a una niña que salía corriendo sola hacia la carretera. Quiso salir corriendo para detenerla, pero no había tiempo. Sabía que era peligroso, pero lo intentó, y mirando fijamente a la niña, lanzó un rayo cegador que atrapó a la pequeña y la sujetó en el aire mientras el coche pasaba y frenaba 20 metros más adelante.
Nadie pudo creer lo que había pasado. De repente, todas las miradas se clavaron en el perro.
- ¡Cogedlo! -gritó alguien.
- ¡No, otra vez no! -pensó Cho, que tuvo que salir corriendo para que no le pillaran.
Cho consiguió esconderse. Pero cuando estaba a salvo, el perro escuchó a la niña llorar. Con las prisas de coger al perro, la habían dejado sola y estaba asustada.
Cho, sigilosamente, se acercó a la niña y se acurrucó junto a ella.
- No te preocupes, yo cuidaré de ti -le dijo Cho a la pequeña.
- Además de hacer magia, ¿también hablas? -dijo la niña.
- Sí, soy un perro mágico, y me llamo Cho, pero no se lo digas a nadie.
- Claro. Será nuestro secreto. - dijo la pequeña sonriendo.
Cho acompañó a la niña hasta su casa y por el camino le explicó que vivía en la calle porque sus anteriores dueños solo lo querían por sus poderes y le habían obligado a hacer cosas malas.
- Puedes quedarte conmigo Cho. Yo te cuidaré bien, y no te dejaré que nadie te haga daño -dijo la niña.
En ese momento los papás de la niña, que lo habían oído todo,la oyeron llegar y abrieron la puerta.
- Estamos en deuda contigo, amigo Cho -dijo el papá-. No solo has salvado a nuestra hija, sino que también has cuidado de ella.
- Puedes quedarte con nosotros. No te pasará nada -dijo la mamá-. Eres bueno, y eso vale más que toda la magia del mundo.
Y así fue como Cho encontró una nueva familia que le apreciaba y lo valoraba por lo que era, y no por lo que podía hacer con su magia.
Se llamaba Cho. Eso ponía en su collar. Y no era un perro abandonado, sino un pobre animal que había huido porque sus dueño lo trataban muy mal.
Un día, mientras dormía bajo unos cartones, el perro callejero vio a una niña que salía corriendo sola hacia la carretera. Quiso salir corriendo para detenerla, pero no había tiempo. Sabía que era peligroso, pero lo intentó, y mirando fijamente a la niña, lanzó un rayo cegador que atrapó a la pequeña y la sujetó en el aire mientras el coche pasaba y frenaba 20 metros más adelante.
Nadie pudo creer lo que había pasado. De repente, todas las miradas se clavaron en el perro.
- ¡Cogedlo! -gritó alguien.
- ¡No, otra vez no! -pensó Cho, que tuvo que salir corriendo para que no le pillaran.
Cho consiguió esconderse. Pero cuando estaba a salvo, el perro escuchó a la niña llorar. Con las prisas de coger al perro, la habían dejado sola y estaba asustada.
Cho, sigilosamente, se acercó a la niña y se acurrucó junto a ella.
- No te preocupes, yo cuidaré de ti -le dijo Cho a la pequeña.
- Además de hacer magia, ¿también hablas? -dijo la niña.
- Sí, soy un perro mágico, y me llamo Cho, pero no se lo digas a nadie.
- Claro. Será nuestro secreto. - dijo la pequeña sonriendo.
Cho acompañó a la niña hasta su casa y por el camino le explicó que vivía en la calle porque sus anteriores dueños solo lo querían por sus poderes y le habían obligado a hacer cosas malas.
- Puedes quedarte conmigo Cho. Yo te cuidaré bien, y no te dejaré que nadie te haga daño -dijo la niña.
En ese momento los papás de la niña, que lo habían oído todo,la oyeron llegar y abrieron la puerta.
- Estamos en deuda contigo, amigo Cho -dijo el papá-. No solo has salvado a nuestra hija, sino que también has cuidado de ella.
- Puedes quedarte con nosotros. No te pasará nada -dijo la mamá-. Eres bueno, y eso vale más que toda la magia del mundo.
Y así fue como Cho encontró una nueva familia que le apreciaba y lo valoraba por lo que era, y no por lo que podía hacer con su magia.
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